Horror
21 to 35 years old
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
Daniel, un adolescente con gafas empañadas y una mente perturbada, ultimaba los detalles de su peculiar creación en el sótano de su hogar: una mesa de acero inoxidable con correas de cuero que evocaban imágenes inquietantes. Una sonrisa se dibujó en sus labios al contemplar el resultado. "Perfecto", susurró.
Su teléfono vibró. Era Valeria, su novia, una joven de gustos… particulares. "No vuelvo hasta el viernes… ¿probaste ya la máquina?", rezaba el mensaje.
La frustración lo invadió. ¿Cómo satisfacer los deseos de Valeria sin su presencia? Desde arriba, escuchó la voz de su madre, Laura, llamándolo a cenar. Una idea, tan grotesca como irresistible, comenzó a formarse en su mente.
Observó a Laura lavando los platos, su figura voluptuosa delineada bajo la tenue luz de la cocina. Pensó: "Ella ya lactó una vez… podría hacerlo otra vez".
Sin perder un segundo, Daniel corrió al garaje y empapó un trapo con cloroformo. Se acercó a su madre sigilosamente, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
Laura se desplomó contra el fregadero, los platos rompiéndose estrepitosamente a su alrededor. Daniel la sostuvo antes de que cayera al suelo.
Con esfuerzo, la arrastró escaleras chirriantes abajo hasta el sótano, evitando que su cabeza golpeara los peldaños. La imagen de sus senos rozando la madera lo excitó y lo llenó de repulsión a partes iguales.
Una vez en el sótano, la ató a la mesa con las correas de cuero. Para evitar que gritara, la amordazó con una bola de goma, mientras murmuraba: "Calladita, mamá… esto será rápido".
En la penumbra del sótano, las jeringas que había comprado por eBay brillaban siniestramente bajo la luz roja. "Dosis doble… por si acaso", susurró, refiriéndose al sedante que planeaba usar.
Laura despertó aturdida, con un dolor punzante en sus pezones que se mezclaba con el zumbido residual del cloroformo. Trató de gritar, pero la mordaza se lo impidió.
"¡¿Qué mierda haces?!", gritó contra la goma, pero Daniel, imperturbable, ya frotaba un látigo entre sus muslos, deleitándose con su terror.
Una máquina de ordeño industrial, adaptada a su retorcida fantasía, se encendió con un ronquido mecánico. Laura lloró al sentir la succión implacable en sus pezones, un dolor agudo que pronto se mezcló con una extraña sensación de placer.
Laura sintió: - Las agujas ardieron como fuego líquido, perforando su piel con una precisión aterradora. - Sus senos se hincharon hasta doler, reviviendo memorias del parto. - El placer mezclado con el dolor cuando la máquina la vaciaba, una humillación absoluta.
Daniel, presa de una locura indescriptible, la violación por detrás, riendo maniáticamente al ver cómo la leche salpicaba el suelo. El tabú se había roto, y con él, cualquier vestigio de humanidad que pudiera quedarle.
Tras culminar su atrocidad, limpió meticulosamente cada marca, usando hielo para minimizar la aparición de moretones. Quería que pareciera un sueño, una pesadilla efímera.
Le inyectó un sedante suave en el brazo. "Dormirás profundamente… como si nada hubiera pasado", le susurró al oído, con una frialdad escalofriante.
Con sumo cuidado, la vistió con su camisón y la llevó de nuevo a su cama. La arropó como si fuera una niña, sellando el pacto de silencio con su acto.
Al despertar, Laura se tocó los pechos, sintiéndolos sensibles y calientes. Un sudor frío le recorrió la espalda. "¿Soñé que…?".
Daniel entró en la habitación con una taza de café. "Mamá, te encontré desmayada en la cocina. Debiste haberte intoxicado con el limpiador de hornos. El médico dijo que estarías un poco confundida", mintió descaradamente.
"De hecho, ¡tengo buenas noticias! Gané un concurso de quesos artesanales en la feria del pueblo. ¡Mira!" Abrió el refrigerador mostrando una docena de botellas de vidrio etiquetadas etiquetas falsas como "Leche de Cabra Premium".
Esa noche, en el sótano, Daniel etiquetó meticulosamente 18 botellas más que contenían un líquido blanquecino: "Leche Materna - Extracción 01/10". Las guardó en un mini-refrigerador reservado para sus macabros experimentos.
Laura despertó a la mañana siguiente, sintiendo un extraño hormigueo en los pezones. Se palpó la blusa del camisón y descubrió que estos rezumaban unas gotas espesas. Lo atribuyó al calor y se duchó rápidamente.
Mientras tanto, Daniel recibía una llamada de Valeria. "¿Ordeñaste a tu madre? ¡Eso es… increíble! Eres un genio! Quiero probar esa leche. Guarda leche para mí.", chilló con excitación.
Laura bebió su café con leche, notando un sabor inusual. "Más dulce de lo normal, como canela…", pensó, ajena a que la prolactina alteraba su percepción del gusto.
Tiempo después, Daniel navegaba por la dark web en busca de nuevas herramientas para su depravado hobby. Encontró una página titulada: "Lactancia Inducida - Efectos a Largo Plazo". Ordenó más jeringas, anestésicos y hormonas sintéticas.
En la escena final, la cámara se centra en Laura, quien se rasca inconscientemente los pezones frente al refrigerador. No percibe la mancha blanquecina en su blusa, ni la sonrisa torcida en el rostro de Daniel que la observa desde la oscuridad.